Víctor Hugo Alvitez Moncada / “Pisadiablo”
PREGONERA DE CHIMBOTE:
dulce nombre en la memoria
Hace un año, un día como hoy no parecía ser esa movida, alegre y céntrica Bolognesi, avenida preferida por la morena Pregonera de Chimbote. La brisa marina que inundaba con su sombra no impregnaba mi rostro fiero. Meditabundo he pasado extrañando el ajetreo y bullicio de la gente y hasta el sistema bancario parecía paralizado. Sentados en unas bancas frente al vacío Policlínico de Pescadores, la pena y lamento de antiguos lobos de mar han despertado mi desasosiego al comentar la procesión de ese día inolvidable cuando un mar de gente, con flores frescas, ríos de lágrimas, incontenibles aplausos, vivas y banda de músicos, daban el último adiós y paseo en hombros a quien fuera la única y quizá última pregonera del puerto de Chimbote.
Y es que ese día también nos vimos con Amarildo, aquel destacado pintor porteño y presidente del grupo de artistas plásticos “Trazo” con quienes he alcanzado buena amistad estos últimos tiempos, en la ciudad universitaria de Bellamar donde somos peones del área de proyección social, comentando que Santiago Machado, otro grato pintor e integrante de su agrupación, le había hecho saber la ingrata noticia sobre su popular vecina, señora DOLORES GUTIÉRREZ COLCHADO, conocida en la ciudad como “Morena de las cocadas” por su peculiar manera de propagandizar sus sabrosos dulces hechos de coco y azúcar blanca, de allí el nombre de cocadas, fabricadas seguramente con inmenso cariño para su selecta clientela chimbotana. Y es cuando me pesó el alma no haber tenido ocasión de entrevistarla, fotografiarla y grabar su aguda y amplia voz en sus pregones interminables con enternecedora armonía desgajando todos los pentagramas y claves de sol. Los diarios y noticieros locales han inundado sus prieras páginas con la infausta noticia y homenajes haciendo llorar multitudes de viejos vecinos, familiares y amigos.
Su fortaleza de mujer joven, morena perspicaz, de grandiosos pulmones y corazón, caracteres suficientes le prodigaban encender con su canto: “Cocaaadaaass…” “Cocaaadaaass…” “aaadaaass…” al ritmo de su paso por calles asfaltadas y polvorientas; entonces negocios, oficinas, bancos, mercados, jirones enteros, el mar chimbotano y hasta el vetusto estadio Gómez Arellano cada vez que llenaba sus instalaciones con equipos de toda laya y tamaño.
Ahora ya no está con nosotros y es que -como siempre- nuestra ingratitud, en vida no reconocimos su esfuerzo, dotes y calidad humana de esta noble mujer hacendosa y valioso personaje. La última noche de su misa de año, volví a verla reluciente y jovial, con incomparable alegría de sus años mozos, un encendido vestido rojo entallado en conjunción a su belleza morena y en alto su fuente de cocadas en una gran fotografía portada por sus hijos y un reportaje televisivo inmortal con su clásico pregón volviendo a anegar el mar y nuestros corazones, nuestra conciencia y la vida.
Sé que era natural de Zaña, distrito de Chiclayo, un pueblo de gente morena, amical y laboriosa, en el departamento de Lambayeque. Aquella gente cordial que conocí siendo muy niño, cuando a mi tierra natal: San Miguel de Pallaques (Cajamarca), llegaban para todas las fiestas, desde abuelos, padres, hermanos, hijos, toda una parentela con quienes departimos devoción al Arcángel San Miguel “Pisadiablo”, la Virgen del Arco y San Juan Bautista; el deporte, corridas de toros, bailes sociales y hasta ciertos romances con aquellas negritas hermosas de gráciles cuerpos esculturales; instalándose rápidamente con sus toldos, carpas, matepesos y tazones blancos llenos de dulzura, para ofrecernos sus siempre apetitosos confites de azúcar, cajetas de membrillo y manjar, higos rellenos, acuñas y otros dulces que no empalagarán jamás la vida, el tiempo y la amistad. De aquellas familias Gamarra, Caján, etc. ha de descender nuestra pregonera por sus mismas características de ternura y generosidad para dulcificar el paladar y el sentimiento. Y así los sigo hallando en mis caminos y recuerdos, en Chimbote y todas las ciudades del norte del Perú, haciendo probar y ofreciendo su sabrosa y reconocida mercancía.
Don Ricardo Palma, recoge en sus célebres Tradiciones peruanas parte de todas estas manifestaciones que supongo fueron llegando de tiempos idos, la esclavitud y otros lares para empadronarse definitivamente en nuestro territorio, asociarse y darnos esa identidad que aparece y desaparece en el tiempo y el espacio.
La maestra universitaria y escritora Nori Rojos Morote, compiló con su voz dos cassetts de pregones limeños de antaño: la lechera, la tamalera, la picaronera, etc, etc. Nosotros guardaremos en la memoria a nuestra infatigable “Morena de las cocadas” para seguir yaciéndonos en el mar y las ilusiones hasta hallar en los corales la historia y tradición de nuestro pueblo y mantenerla incólume.
Pregonera de Chimbote, viviràs por siempre en nuestro recuerdo endulzando la vida y el tiempo.
“Puerto de Oro”, 25 de abril 2005
Publicado en el Diario “La Razón” de Chimbote
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