Crónicas
de Pisadiablo
¡QUE
VIVA EL SEÑOR SAN JUAN!
Víctor
Hugo Alvitez Moncada
Señor San Juan
custodiado de sus devotos, siendo los principales don Rosario García, Feliciano Sanchez (+), a
su izquierda. Foto cortesía: Graceniano Sánchez García.
A la
memoria de
don Rosario y doña Quiteria.
A don Feliciano Sánchez “Patito”
y todos
los devotos del Señor San Juan.
A los
hermanos SÁNCHEZ GARCÍA:
Adelinda,
Graceniano, Miguelina,
Antonio y
Martha.
Gratamente.
¡Que viva el Señor San Juan!
¡Viva la Junta del 24!
¡Que viva la Mayordoma!
¡Viva el Día del Indio!
I
La reseña de este gran día anunciaba el campanario
alborozadamente junto a banda típica de músicos integrada apenas por tres
personas: dos quenachos y una caja o redoblante de cueros envejecidos, desde el
atrio de la iglesia, junto a puerta lateral izquierda. La banda no dejaba de
entonar melodías andinas de su repertorio desde las tres de la tarde hasta que
progresivamente parroquianos devotos del Señor San Juan Bautista y como todos
los 24 de junios iban reuniéndose al interior del templo, en su mayoría
campesinos de nuestro pueblo de nuevos atuendos entre hombres y mujeres, para
iniciar procesión de su patrón.
Don Victoriano a pasos apurados portando larga
gaita y rústico bombo, solitario ingresa al templo. Al interior, la imagen de
San Juan Bautista, luce elegante vestimenta roja y flecos dorados por doquier,
su corderito blanco sentado sobre la Biblia en una mano y en otra bastón de
pastor de ovejas, bien arreglado por sus siempre devotos: don Máximo y doña
Eufemia, doña Aurora, don Rigoberto, don Daniel y doña Rosa; sobre andas para
la procesión en su día de celebración y a la par “Día del Indio” mal llamado
así antiguamente hasta que el gobierno y reforma agraria del general Juan
Velasco Alvarado abolió dicha denominación reemplazándolo por “Día del
Campesino” la década ‘70.
Hasta que el Señor San Juan, apareció jubiloso por
puerta principal del templo en sus andas color celeste pudiéndose leer slogans:
¡Viva el Señor San Juan!, ¡Viva la Junta del 24!, con letras artesanales en
parte frontal y posterior pintadas con sapulín o esmalte rojo. Andas con
columnas altas terminadas en cúpula de paño granate, adornada de guirnaldas
papel cometa hechas por artísticas manos de don Patito y cirios delgados labrados encendidos al contorno confeccionados
por don Cesar Cruzado.
Un buen grupo de campesinos la rodean luciendo
ponchos nuevos arremangados sobre sus hombros,
portando en manos judivarillas
peladas o ramas de planta de membrillo irrompibles en alto para que otros no se
acerquen; los demás cargan las andas tembleques del Señor San Juan, con mucha
veneración. Delante va el más antiguo devoto y ‘procurador’ de la fiesta don
Rosario junto a su señora doña Quiteria, conocida pareja de benevolentes,
amables y serviciales ancianos respetados por su indeclinable y contagiante
fervor religioso al patrón San Juan; o don Santiago, de arriba de La Banda cuya
función de procuradores era ‘nadie se arrime o haga desorden durante las
celebraciones’; luego don Victoriano tocando gaita y bombo rústicos acompasados
a la vez, detrás la banda típica en solo de animados conciertos. Don Feliciano
Sánchez Patito, presidente de la
‘Junta del 24’ y señora esposa doña Aleja, ordenan al llegar a primera esquina
de plaza de armas, hagan un alto los cargadores, descansen las andas y todos a
una sola voz irrumpen jubilosos levantando brazos, ponchos, sombreros,
espíritus, varillas:
¡Que viva el Señor San Juan!
¡Viva la Junta del 24!
¡Que viva la Mayordoma!
¡Viva el Día del Indio!
Reseña e inicio
de la fiesta del Señor San Juan. La imagen reluce rodeada de sus principales
devotos. Foto cortesía: Graseniano Sánchez García.
Vieja costumbre, la fiesta de San Juan Bautista
celebraban especialmente campesinos y como todos los años acompañados por uno o
dos toros con respectivos lazos
conducidos por sus dueños durante la procesión que se dirige por calles
principales hasta la pampa del panteón donde los soltarán para diversión de
niños y jóvenes aficionados al toreo. La muchachada entretanto va ensayando una
serie de suertes a los toros durante
el recorrido que de trecho en trecho los animales tratan de correr asustando
ocasionales acompañantes. Desde balcones la gente del pueblo derrama sobre
andas del santo bautizador pétalos de rosas, hortensias y geranios de múltiples
colores, rogando bendición de “Sanjuancito”.
Al llegar a nueva esquina, cohetes de golpe y
acostumbrado estribillo, reúnen mayor cantidad de fieles y vecinos al recorrido
procesional:
¡Que viva el Señor San Juan!
¡Viva la Junta del 24!
¡Que viva la Mayordoma!
¡Viva el Día del Indio!
Los cohetes, pétalos de flores y vivas no han
cejado hasta llegar a la pampa del panteón,
entonces descubierta y llena de tierra, empleada para competencias
deportivas de antiguos sanmiguelinos. Allí descansan las andas de Sanjuancito,
delante la puerta del panteón, mirando hacia la pampa polvorienta, soltándose
un toro para corretear a los cholos poblanos que se ufanan de toreros cuando
los astudos están amarrados. El animal, ante el gentío y retumbar de cohetes
corre por todo lado tratando de escapar, los muchachos cierran el paso y con
sus ponchos arrean de un lado a otro. No atina a embestir, son animales mansos
que simbolizan el trabajo cotidiano de los hombres del campo o campesinos –mal
llamados indios hasta entonces-; ante su patrón San Juan Bautista.
¡Que viva el Señor San Juan!
¡Viva la Junta del 24!
¡Que viva la Mayordoma!
¡Viva el Día del Indio!
El segundo toro, asustadizo también de un
empujón aventó sobre cerco de pencas y
espinas amarillas a grupo de palomillas, otros miran trepados en tranca de la
curtiembre de don Manuel José Lingán. Corre
por todos los rincones, incluso trata meterse bajo andas del Señor San Juan, no
permitiendo los procuradores y devotos que a puro varillazos hacen desistir tal
pretensión. Entretanto, el toro llega al otro extremo, cerca de casa del Machahuay compañero primarioso, donde
varias damitas miran el espectáculo sentadas y al ver acercarse al animal, de
una sola carrera, atropellándose unas a otras no han parado hasta cobijarse en
terrados de casas vecinas de la Patita
Adela y la Doila y no aparecer jamás hasta mirar tendidas de barriga de
ventanas bajo el techo, retornar la jubilosa procesión.
II
Cuando el sol declinaba sus últimos rayos en
polvorosa pampa del panteón, ordenaron enlacen los toros de San Juan y enrumben
de retorno la procesión en hombros acomedidos de sus devotos Feliciano Patito, Naranjo, su hermano Achiote, el brujo, el pleitista Pancho Picho y Pedro Grande o Pedrazo –apodado
así por su alta talla- y demás fieles rumbo a la iglesia matriz, sin dejar de
detenerse en todas las esquinas a punto de:
¡Que viva el Señor San Juan!
¡Viva la Junta del 24!
¡Que viva la Mayordoma!
¡Viva el Día del Indio!
Procesión del
Señor San Juan. Alguna vez nocturna, adelante don Feliciano Sánchez Patito (cargando lámpara Petromax), don
Victoriano a golpe de caja y gaita y devotos. Foto cortesía: Mario Alvítez
Moncada.
En plena pampa y después de los toros, hicieron
dar un bailecito a la mayordoma con consentimiento del Patrón, ella retornaba
desde la capital por antaña devoción; se ha preparado bien durante el año
mandando cebar un chancho de cinco
latas de manteca con su madre doña Delicia diligente devota también. Ahora, es
ella quien encabeza el retorno de la procesión; al parecer a escondidas dentro
de sus alforjas han llevado unas botellas de aguardiente para tomar ‘un
traguito’ de rato en rato entre devotos. La alegría es contagiante y la
mayordoma adelantada unos pasos de la multitud –con varilla en mano, símbolo de
autoridad- va marcando el ritmo de la música. Los cargadores y demás fieles
están más compenetrados y alegres con su fiesta; a pesar de estar prohibido
tomar ‘una copita’ delante del patrón temiendo castigo, ha ganado la emoción
escondiéndose tras andas y cubriendo con sus ponchos la botella, entonándose
unos buenos tragos a nombre del Señor San Juan y por el ‘Día del Indio’, en
reencuentro fraternal y fortalecida fe, mientras el resto entretenídos con los
toros creen no haberse percatado. Las andas se temblequean un poco más al paso
de la procesión. En primera esquina del panteón frente a casas del procurador
don Rosario y presidente de la ‘Junta del 24’ don Patito
Feliciano, en tradicional alto, dejan escuchar un nuevo, retumbante y
melodioso:
¡Que viva el Señor San Juan!
¡Viva la Mayordoma!
¡Que viva el procurador!
¡Viva el Presidente de la Junta!
Los devotos conociendo esfuerzos de la mayordoma y
sabiendo que al término de la procesión, irán a su casa a compartir de la
fiesta, el chancho y frito de chicharrones a mates llenos de trigo, rellenos y
cántaros de chicha, no podían ser desagradecidos. Si bien es cierto ella había
colgado atuendos campesinos, hoy viste a la moda capitalina de apretados
pantalones jems, zapatos de taco y
cartera; bien perfumada y hermoseada; compartiendo felicidad y larga devoción.
Al verla delante de todos, contorneando su abultada figura y formas, hacen un
nuevo alto con voces un tanto magulladas de tanto vitorear y en gratitud y
amistad, reafirman sus voces con renovada emoción:
¡Que viva el Señor San Juan!
¡Viva la Junta del 24!
¡Que viva el Día del Indio!
¡Viva el chancho de la Mayordoma!
Ella no se amilana, desde adelante, se detiene
también, levanta su varilla tratando de acompañar el estribillo de sus
compañeros devotos. La procesión acelera por avanzado de la hora, casi
anocheciendo ingresa al templo, se despiden con una venia de rodillas y señal
de la cruz de su patrón San Juan y, con los últimos manojos de cohetes enrumban
en grupo tras la mayordoma a celebrar la fiesta en su casa ubicada a la salida
del pueblo, junto a la Colina Blanca de don Eladio Mendoza, desde donde se
siguen escuchando atronadores cohetes y huainos que el eco dispersa a cuatro
vientos; con misión cumplida el día central, merecen agasajo de entusiasmada
mayordoma quien brinda a raudales comida y bebida; volviéndose escuchar a la
distancia y según dicen hasta el amanecer:
¡Que viva el Señor San Juan!
¡Viva la Junta del 24!
¡Que viva la Mayordoma!
¡Viva el Día del Indio!
III
San Juan Bautista, o ‘Sanjuancito’ para los
sanmiguelinos, inicia después del 24 de junio, día central y procesión,
traslado a cada una de casas de devotos solicitantes donde se velará a antigua
usanza, es decir, adornado de guirnaldas de papel, amenizada por gaita y caja,
e infaltable presencia de devotos de la ‘Junta del 24’ quienes cuidarán no se tome
licor y baile dándole espaldas a venerada imagen. Hasta la década ’80 somos
testigos de estas procesiones y velaciones en casas de las señoras Alquima
Gamarra, Cruz Cueva, Jesús Sánchez; don Juan Barrantes, don Francisco o Pancho Hernández, don Máximo Ortiz, de
Chulis; desaparecidos ya y otros vecinos
quienes compartieron su fe, generosidad y bondad con todos nosotros. Habría que
ver a Napoleón Becerra con su esposa doña Cruz Cueva, bailando de rodillas, en
un ir y venir incansable frente al Señor San Juan. ¡Tiempos aquellos!
Señor
Feliciano Sánchez ‘Patito’, artífice de la tradición
Foto:
Víctor Hugo Alvítez
Hoy queda el recuerdo de aquella inolvidable época
de fiesta y celebración del Señor San Juan, que poco a poco va esfumándose esta
tradición; algunos años era conducido el patrón San Juan, hasta puerta
principal de derruida plaza de toros de San Miguel –no pudiendo ingresar por
altura de andas-, lidiando al interior sus toros con multitud de aficionados, entrada
pagada a palcos llenos. Esta festividad constituyó un acontecimiento más del
calendario religioso festivo de nuestra tierra.
Dicen que la humildad de Sanjuancito está
comprobada plenamente. Su nicho o dosel en la iglesia nunca estuvo protegido de
vidrios, cuentan sus devotos haberlos colocado varias veces y al siguiente día
aparecían rotos, no aceptaba mayores lujos ni detalles, por ello hasta la
actualidad luce así. Estuvo en lugar poco escondido, ingresando al templo lado
izquierdo; sin embargo, nunca faltaba una vela encendida o limosnas en alcancía
de base de sus pies de la que intrusos muchachos ingeniaban con palitos de
fósforo o alambres retorcidos sustraer sencillo de donaciones sin lograr sus
cometidos; tampoco recibiendo castigo alguno del bautizador.
Mientras el Señor San Juan era velado y festejado
por familias sanmiguelinas con ferviente devoción, otra imagen más pequeña de
San Juan, conocida como el ‘Interino’ custodiada en casa del procurador don
Rosario, salía en largos recorridos visitando diferentes pueblos y lejanos
caseríos de nuestra tierra acompañado de principales devotos; retornando
después de algunos meses, a finales de octubre o para Todos los Santos, con
séquito de reverente comitiva bien comida y atendida, estallando por última vez
y hasta ansiado próximo año sus latentes corazones y nuestra memoria:
¡Que viva el Señor San Juan!
¡Viva la Junta del 24!
¡Que viva la Mayordoma!
¡Viva el Día del Indio!
Junio 2 012
pisadiablo100@hotamil.com
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